25
Allí fuimos,
a celebrar las bodas de plata de unos amigos. A ver si nos explicaban el
secreto. Porque resulta que llevan juntos media vida y encima son felices.
Inmersos como estamos en una cultura donde lo único sólido es la técnica, donde
sólo se exige ética y lealtad a los políticos, donde lo privado y lo íntimo es
subjetivo y volátil porque ninguna ética tiene raíz en la vida personal,
celebrar 25 años de matrimonio es pura subversión contracultural. Y no es nada
fácil.
Porque en
cuanto llegas a la juventud, te complicas la vida con alguien y se acabó la
libertad. Devora tu tiempo y habitas su cuerpo, tan deseado y tan distinto.
Carne que le faltaba a tu carne para ser carne. Descubres tu cuerpo de hombre,
tan fuerte, y tan débil. Descubres su cuerpo de mujer, tan frágil y sin embargo
más fuerte que el tuyo. Durante 25 años. Filtras el ruido, dejas que el relato
del otro se instale. Aprendes que el mundo también existe desde allí fuera,
desde sus ojos, su familia, su trabajo, su música, sus películas, sus amigos,
su salud. Te sorprendes de que a veces, ese mundo sea más real que el tuyo.
Sientes como
tu alegría le alegra a ella. Y comprendes, cuando llega, su dolor sin sentirlo,
hasta que te invade su mirada rota y te acaba doliendo más que a ella misma.
Bebes de su rostro. Su rostro es lo que más buscas. Allí te encuentras, allí te
pierdes. Allí descansas, allí sufres. Terremoto y oasis. Cualquier gesto,
inflexión de la voz, brillo de los ojos, habla de cómo habita su alma el mundo,
de cómo te vive aquel quien te habita.
Aprendes a
ser tú mismo, fijáis límites para poder respirar. Discutes por chorradas. Y
llegan las crisis graves, que tienen su raíz profunda, que duele tanto
descubrir. Y ella descubre tu feroz egoísmo, y tú descubres su orgullo. Ella
tan frágil, y tú tan débil. Humanos. Descubres que el otro no es tú. Ella llega
donde tú no llegas. Y tú alcanzas desde fuera eso que ella no ve. Nunca os
daréis alcance, siempre habrá un yo y un tú. Y por eso os hacéis falta, para
comprender quiénes sois, para llegar más al fondo de cada uno a través del
otro. Hasta que sus labios sean los pulmones de tu alma. Hasta que tus ojos
sean la única llave que abre las puertas de su corazón. Sois cada uno el más
fuerte y el más débil con el otro. Y
así otros 25 años. La vida entera.
Etiquetas: antropología, Columnas, pensamiento, sexo
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