martes, diciembre 02, 2014

OKUPAS

Las personas que más admiro son muy viejas. Ancianos acosados por el Alzheimer, la osteoporósis y el desprecio de los que todavía no son dependientes como ellos, y que sin embargo, sonríen. Maestros de vida. Cuando les preguntas, hablan lo justo y condensan su sabiduría en unas cuantas frases, que van rodando por nuestros adentros durante años o décadas, cambiando muchas veces el sentido de nuestra existencia.

Una de esas personas es Esther. Tiene 90 años. Doctora en Derecho, bilingüe, políglota, autora de varios libros. Anda bastante delicada de salud, con altibajos, algunos graves. A veces le falla la memoria, y no le vienen las palabras, a ella, que ha sido y es una maestra del verbo. Lo intenta un par de veces, y cuando no le salen, te dice, mientras le brillan los ojillos: bueno, tú ya me entiendes. Lo importante no es lo que fuiste. Lo importante es ser útil a los de alrededor aquí y ahora. Ella sabe perfectamente que no le queda tiempo, pero le importa el aquí y ahora.  Sabe que es la actitud la que te hace ser útil a los demás, aunque físicamente no puedas ya casi nada. Sus amigos aprendemos muchísimo de su condición frágil y sonriente. Ella me da más juventud que nadie. Me pone las pilas. Un abrazo grande desde aquí.

Otra de esas personas es José. Médico jubilado hace tiempo, acosado por los achaques, viendo cómo se le mueren los amigos. Me lo encuentro un día en el supermercado. Le pregunto, qué remedio, por su salud. Me mira con esa mezcla de  cara seria y socarrona, riéndose con elegancia de sí mismo, y me dice: mira Claudio, esto es como llevar un okupa dentro. Tienes que negociar con él. No trates de echarlo, porque te puede, y entonces es el desastre. Pero, negociando, unas veces te la pega el okupa, y otras se la cuelas tú a él. Conceder sin ceder. Paciencia. Habilidad en el quiebro, negociación diaria en el zoco del yo con el okupa. 


El okupa. Lección inolvidable. Saber convivir con el okupa. Con los okupas. Esos  marrones que llegan a nuestra vida y no nos dejan hacer tantas cosas que nos hacen ilusión. La enfermedad que se instala sin pedir permiso. El hijo que no salió como esperábamos. La rutina del trabajo de siempre. Nuestros defectos que no hay manera de arrancar. La vida es eso que pasa mientras hacemos planes, dijo John Lennon. Pero Lennon se olvidó del okupa. Por eso, personas como Esther y José son maestros de vida. Enseñan a los demás cómo surfear con arte el borde del acantilado de la felicidad mientras esquivas tantas cosas que se meten en tu vida sin pedir permiso (son okupas). Y es bueno que sea así, para no ser tiranos, caprichosos, niñatos que quieren un mundo irreal a su medida. Aquí y ahora la alegría nunca es perfecta.  Aunque a veces hay excepciones. Esther y José llevan tanto tiempo negociando con los okupas, que incluso ya reman todos en la misma dirección. De ahí su alegría inexplicable. 

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