WATSON Y LA GEN-ÉTICA
El pasado domingo día 14, el premio Nobel de medicina James Watson (Chicago, 1928), fue entrevistado por el Sunday Times. La entrevista era parte de una gira por Gran Bretaña para promocionar su último libro. Al día siguiente, se disponía a dar una conferencia en el Museo de la Ciencia de Londres. En dicha entrevista, el científico se manifestó pesimista respecto al futuro de África, “porque todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra, cuando todas las pruebas demuestran que no es así, (…) “pero la gente que tiene que tratar con empleados negros sabe que eso no es así". Las declaraciones han provocado un rechazo mundial. El laboratorio Cold Springs Harbor de California, inmediatamente emitió un comunicado en el que negaba cualquier relación con dichas declaraciones, que reflejaban únicamente las opiniones personales del Dr. Watson. Unos días mas tarde fue cesado.
Desgraciadamente las cosas no son tan simples. Tal y como nos recuerda Gary Stix, en un imprescindible artículo en Scientific American, Watson no es un científico loco al que se la ido la olla, sino que trabaja en una institución que tiene profundas e históricas conexiones con el movimiento eugenésico americano para la mejora de la raza. La historia del laboratorio Cold Springs Habor, que Watson dirigió desde el año 1968 hasta el 1994, y presidió desde el año 1994 hasta el año 2003, lo demuestra. Dicho laboratorio acogió en su seno a la Eugenics Record Office desde 1910 hasta 1939, , dirigida por el infame eugenista Charles Benedict Davenport y Harry Laughlin. [Se pueden consultar los archivos de tal institución en el Archivo Histórico de la Eugenesia sito en la Universidad de Virginia
Pues bien, en 1914, en el mencionado laboratorio Harry Laughlin redactó los borradores de leyes eugenésicas para la mejora de la raza, que fueron aprobadas en 20 de los 50 estados americanos. El resultado fue la esterilización de miles de americanos que supuestamente eran débiles y que no debían reproducirse. Los nazis, sí los nazis, usaron esas leyes como modelo para su “mejora de la raza”. El exabrupto del señor Watson, uno de los padres intelectuales del Proyecto Genoma Humano, no es el de una persona cualquiera, y sus ideas no son un caso aislado.
Básicamente, nos encontramos sumidos en una revolución biotecnológica, donde fundamentalmente existen dos tipos de aproximación ante el Genoma Humano y todo lo que lo humano conlleva: la visión determinista y la visión humanista.La visión determinista recogida por la teoría sociobiológica de E. O. Wilson, reduce al ser humano a una especie animal más, que tiene cultura porque tiene unos genes mejores. Richard Dawkins, en su famoso libro, El Gen Egoísta, considera que las personas somos robots que tratan de conservar unas moléculas egoístas, denominadas genes. Si esta visión se impone, ocurrirá lo que ya predijo hace tiempo Jacques Testart: nos deslizaremos hacia una eugenesia de dos fases: la primera de eugenesia negativa, y la segunda de eugenesia positiva. En la negativa, se afianzará el diagnóstico preimplantatorio de embriones, el diagnóstico previo de enfermedades al analizar nuestro ADN, elimina a los embriones con deficiencias o niega ayuda médica a los propensos al cáncer o a otras enfermedades (las compañías aseguradoras se frotan ya las manos). En la fase positiva, se trataría de “mejorar la calidad de los niños”. Parece horrible, pero hace no mucho un filósofo tan respetado como Peter Sloterdijk, declaró que el ser humano debía “de ser mejorado con la ingeniería genética”( ver ). Jürgen Habermas, inmediatamente le respondió diciéndole que su antropología era “de los años 40”, una forma elegante de llamarle nazi. (ver informacion )
Frente a esta visión determinista, está la visión humanista, reflejada en la Declaración de las Naciones Unidas, sobre los derechos del genoma del 15 de Julio de 1997, que establece que los Estados deben promover la solidaridad entre individuos y poblaciones expuestas a riesgos de enfermedad o discapacidad genética. La visión humanista sostiene que la sociobiología conduce a la segregación de los individuos entre genes buenos y malos, y destruye la unidad de la raza humana por su base al negar los Derechos Humanos a parte de la población. La visión humanista, realza no sólo la genética, sino que incluye también el ambiente natural y social. El hombre no es sólo genética, sino también es interdependiente con el ambiente biológico y social, que es el que hay que cambiar en vez de dejar sin empleo a los propensos genéticamente al cáncer. Si a los niños rubios se les diera un capón en la cabeza cada cuarto de hora, probablemente la mayoría obtendría peores resultados académicos que los que tienen el pelo de otro color, y a sus hijos (además educados en una familia de rubios enojados y frustrados) les iría peor.
Por eso, es fundamental que la sociedad civil defienda con uñas y dientes no sólo los derechos de primera generación, es decir los derechos de promoción económica y social, sino también los de segunda generación, el derecho a la intimidad del diagnóstico génico (ver Jesús Ballesteros, Biotecnología Dignidad y Derecho). Ahí fuera, hay empresas transnacionales más poderosas que los Estados, dispuestas a meter la mano en la caja negra de nuestro ADN, para averiguar nuestras propensiones genéticas para contraer enfermedades. La visión humanista, considera al ser humano inserto en la naturaleza, no por encima de ella, con una obligación ética de proteger aquella aquellas realidades que no pueden defenderse por sí mismas como son la naturaleza, los pobres, las futuras generaciones, los niños, los ancianos. Los humanos formamos parte de una trama de la vida. Sin ética, se destruye la misma genética.
También conviene recordar lo esencial en el largo y casi desconocido proceso de la evolución humana. Sabemos que el género Homo apareció hace unos tres millones de años, y se han encontrado numerosas especies de homínidos. Está más o menos claro, que los Homo Sapiens aparecen hace menos de 200.000 años en África, que paradoja. Entre los primeros homínidos y nosotros, hay una distancia de unos 2’8 millones de años, es decir 14 veces el tiempo que los Homo Sapiens llevamos sobre la tierra. Y de todo ese largo proceso, sabemos que somos la especie más débil, pero la que más éxito biológico ha tenido, porque es la que mejor sabe colaborar entre sus individuos, de ahí la inteligencia: no hay un yo sin el diálogo con un tú. Sólo hay una especie humana, las demás han desaparecido, y no sabemos si eran humanas o no. Pero la que ha quedado, es una sola especie, porque biológicamente podemos procrear con miembros de cualquier raza. Más que un conjunto de genes egoístas, somos un conjunto de genes intercomunicantes. Y además toda la evolución es un curioso proceso donde el principio de entropía no se cumple: los sistemas, en vez de reducir su complejidad la aumentan, cosa que no se da en ninguna parte de la naturaleza.
África es la cuna de la Humanidad. Nuestros ancestros emigraron por la falla del Rift, hacia lo que ahora es Oriente Medio. La primera ciudad de la historia humana, creemos que es Jericó, tiene 8.000 años. Allí apareció la agricultura de los cereales, y con ello el Neolítico, y la vida sedentaria, lo que produjo un aumento exponencial de población, que a su vez produjo más inteligencia, más intercambio de conocimientos y de bienes. El cereal se podía almacenar en graneros, y había que contar cuanto se tenía, para prevenir el futuro. El contar el cereal, hizo que se desarrollara la escritura (las tablas de arcilla de Sumeria). En Oriente se desarrolló la escritura, la agricultura, la ciudad. Es también la cuna de los monoteísmos, de la concepción de la persona como individuo con dignidad inviolable. El hecho de que Oriente Medio y África, estén ahora pasando una mala racha histórica, no significa que siempre fueron estúpidos o menos inteligentes. Podemos decir, que nuestra historia común, arranca ahí. Les debemos todo, y no al revés.
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Etiquetas: antropología, bioética, Columnas, pensamiento
2 comentarios:
Espléndida síntesis de historia humana. Watson se mostraba de ideas extrañas desde su juventud. El biólogo Jacques Monod ya reflexionaba en las páginas finales sobre lo que él pensaba ser el destino de la humanidad (bastante mediocre). La eugenesia lo único que lograría es una humanidad de "dos velocidades": una minoría exigua y selecta, sin porvenir biológico; y las muchedumbres de pobres que sí, son los verdaderos representantes de nuestra humanidad: los que sufren hambre, sed, enfermedades y guerras.
(De Jacques Monod me refería claro a "El azar y la necesidad").
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