EL UNIVERSO EN UN BELEN
¿Quién es más, Jesús o
Dios? Preguntó aquella niña. Jesús es Dios, le respondió su hermano, cuando
tenía 8 años. Para la religión cristiana, Jesús es Dios, es la Palabra Eterna
de Dios que se ha hecho persona como otros millones de personas a o largo de la
historia. Dios es la Palabra, el Logos, la Inteligencia, la Razón Absoluta
hecha persona. Y la inteligencia de cualquier persona se ve, se percibe en su
discurso, en como organiza sus ideas, como analiza los datos que extrae de la
realidad. Cuando algo está bien construido es cuando tiene coherencia, orden
lógico. El mundo tiene una lógica matemática interna, una razón. En última
instancia el “hardware” ordenado del Universo procede del “software” de una
Voz, de una Palabra, de la Razón Absoluta. Nada ni nadie está por encima de esa
Razón Absoluta. Esa coherencia y densidad interna absoluta tiene como
consecuencia que la Razón Absoluta es el Ser Absoluto. Y ese Ser absoluto
despliega sus obras con un Poder. En fin, esto a lo que han llegado muchos
filósofos desde Platón hasta Maritain pasando por Descartes.
Todas las civilizaciones
humanas han buscado al Absoluto, la Plenitud del Ser, y todos los hombres de
todos los tiempos experimentan lo frágil que es el hombre, que nada es eterno
en el universo, que todo cambia. Hay un Poder y hay una Fragilidad. Se percibe
la consistencia del mundo, pero también su volubilidad. El hombre contempla y
siente ambos extremos. Los judíos pensaban que Dios era tan poderoso, que si
nos apartara de su pensamiento desapareceríamos. Dios es YHWH, que en hebreo
son las iniciales de “Yo Soy el que Soy”. Dios es el Ser. Sostiene todo, es todo.
Por eso el mensaje de Belén les resultaba extraño.
La respuesta del mensaje
cristiano a esa brecha entre el Poder y la Fragilidad, se halla en Belén. La
Navidad, es la época de la ilusión de los niños por excelencia. Porque los
filósofos, los teólogos, el “hardware” de la razón humana, las mejores cabezas,
no terminan de comprender lo que pasó en Belén hace más de 2000 años. Pero los
niños sí lo perciben. Ellos no saben hablar bien, no se expresan como los
adultos. Pero intuyen mejor que nadie lo que dicen San Pablo (Romanos 9,28) y el profeta Isaías (Isaías 10, 23) en la Biblia: Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado.
Los niños saben porqué Dios ha renunciado a su Palabra, a su Logos, a su
Razón Absoluta: Dios quería aparecer sin Palabra, sin Razón, porque quería tener
unos padres que le amaran, le educaran, le enseñaran a hablar. Como a ellos,
como a los demás niños. Y por eso se arriman los ángeles a ese gran
acontecimiento del Nacimiento en una Familia, en Belén. Es el acontecimiento
donde los niños son los protagonistas. La Voz que hizo el Universo deja de
hablar y se muestra pequeña. Quiere estar una larga temporada en manos de José
y María, de su tía Isabel. Y aprender a hablar en arameo. El más poderoso, el
señor de lo más grande, es también el señor de lo más pequeño. Ha demostrado su
poder haciéndose el más pequeño. Nos enseña desde el Pesebre, esa cátedra
inmensa, más que todos los catedráticos del mundo y de la Historia humana. Jesucristo,
en Belén no habla: está allí y con su presencia nos muestra que es la Verdad,
el Ser.
El mensaje de los Sabios de
Oriente (los Reyes Magos), el mensaje de Belén es este: YHWH, “Yo Soy el que
Soy”, el Ser absoluto y eterno, no quiere agobiar con su inteligencia, no quiere
arrasar con su poder, con el miedo. No tengáis miedo, dirá Jesucristo muchas
veces a Pedro, dirá el ángel Gabriel a María. Dios se acerca con suavidad, con
cuidado, para no asustar. Nos quiere como un Padre (Abba, le llama Jesús a su
Padre Dios, que significa Papi en
hebreo, tal y como le llamaban los niños a su padre en aquella época). Es un
Papi. Es un bebé. Es natural que los niños estén encantados con la Navidad. Por
eso, en Navidad todo es mágico. Es grande para los pequeños, y es horrible para
los que son autosuficientes, y se creen grandes. Feliz Navidad a todos,
especialmente a los que sufren tanto en estas fechas.
Etiquetas: Columnas, pensamiento, religión
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