domingo, noviembre 14, 2010

Benedicto XVI y el Nacionalcatolicismo




Según las últimas estadísticas, en España asiste a misa el 12,5% de los que se declaran católicos (un 72%). Este país, que hace no muchos años era gobernado por una persona que había llegado al poder "por la gracia de Dios", entrado bajo palio en las iglesias, que construyó un mausoleo faraónico en El Valle de los Caídos con mano de obra esclava de los que habían perdido la guerra, es ya muy poco católico. Hemos pasado de un catolicismo por decreto, del miedo, a una sociedad donde sólo sigue las enseñanzas de la Iglesia más o menos uno de cada diez católicos. Antes éramos católicos oficiales, ahora hay una minoría. Al menos, eso indica la estadística. 

Pero, realmente, ¿era España católica? ¿O era un conjunto de tradiciones sociopolíticas las que se identificaban con "lo católico" las que han desaparecido? El nacionalcatolicismo de Franco y su régimen desaparecieron. Pero a la Iglesia Católica se la sigue identificando con aquel régimen. Todo esto se ha puesto de manifiesto al interpretar la reciente visita de Benedicto XVI a España. Para muchos el Papa es la mejor encarnación de la represión sexual, política y de pensamiento. Fernando Savater incluso ha identificado al Vaticano con el régimen de Arabia Saudí pero decorado por Miguel Ángel, aunque por mucho que le pese a Savater, las iglesias católicas en el mundo sean los mejores exponentes del arte humano en la historia de la humanidad. En Arabia Saudí no hay tanta decoración. Y por cierto, la recién consagrada Sagrada Familia de Barcelona no pudo ser terminada con los planos de Antonio Gaudí, porque en la Guerra Civil unos milicianos entraron en su estudio y destruyeron los planos. 

Pero la Iglesia española ya no tiene nada que ver con aquello. Gracias a Dios. Un obispo hoy en día se levanta unos 1.000 euros al mes. Es un simple mileurista. El verdadero Papa en España, es el señor Botín, por ejemplo. Ese sí que manda. El Vaticano, es un miniestado que cabe en tres campos de fútbol. El Papa, es un intelectual que habla siete idiomas, que lo primero que hizo cuando fue nombrado Papa es ir a por sus miles de libros a su apartamento (que no palacio) en Roma. La Iglesia ya no tiene poder económico, ni poder social, ni Inquisición que persiga conciencias. Los viajes del Papa se pagan con los billetes de los periodistas que van de corresponsales y llenan el avión. Todo eso me encanta. Debe ser así. No se puede imponer a nadie unas creencias. El poder y el dinero, no convence. Sólo sirve para vencer. Para mejorar la sociedad sólo vale el ejemplo personal y el diálogo sosegado y razonable con nuestros semejantes, respetando su conciencia de forma exquisita. 

Debemos de aprender a convivir, católicos, musulmanes, agnósticos, etcétera. No pasa nada si hay gente que cree cosas distintas a nosotros. Lo importante es buscar lo que nos une, trabajar codo con codo para mejorar el mundo presente, lleno de problemas y de retos. La distancia entre lo que se cree y lo que se practica (la hipocresía) es un problema común a todos los hombres de todos los tiempos. Los católicos hemos hecho muchas cosas mal, y de aquellos polvos vienen estos lodos. Pero nadie escapa del juicio de la siguiente generación, que siempre es crítica con la anterior. Hanna Arendt dijo aquello de que cada generación sufre de nuevo la invasión de los bárbaros. Cada generación es un nuevo comienzo, donde la generación anterior tiene que esforzarse en volver a transmitir de nuevo con humildad, con la palabra y con la vida todo lo que es justo y bueno, porque los que acaban de llegar, juzgan con ojos nuevos lo que hacemos. Sus vidas son un nuevo comienzo, llenas de retos morales. 

Nadie tiene todas las respuestas... ¡ni siquiera todas las preguntas! Debemos de tratar, ¡todos! de eliminar prejuicios. Benedicto XVI no trata de imponer, trata de convencer. El cristianismo no puede pretender la imposición, porque eso va contra su propia esencia. Como dijo Benedicto XVI en la homilía de Navidad de 2009: "la señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en niño; se deja tocar y pide nuestro amor (...)". Encontraremos a Dios "si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humildad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos sólo las armas de la verdad y del amor".

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