domingo, abril 19, 2009

LA QUINTA DE LOS 60 SE QUEDA SIN POSTRE

El gobernador del Banco de España, alias MAFO, ha vuelto a ponernos de mal café. Ya saben, que estos chicos economistas, se dedican a contarlo y medirlo todo, y no pueden evitar recordarnos a los que nacimos en el Baby Boom de los 60, que la Seguridad Social no tiene suficientes fondos para pagarnos pensiones. 
Es una tarea desagradable la del gobernador. ¿A quien le gusta que le recuerden que la Seguridad Social es una simple estafa piramidal como la de Maddoff pero a lo bestia? El sistema de pago de pensiones, para que fuera rentable debería de pagar a los pensionistas en función de lo que cotizaron. Como hay gente inválida, enferma y pobre, lo razonable es que haya algunos que cotizaron mucho que pagarían esas pensiones a base de cobrar ellos menos. Eso es lo justo y lo que funciona. A eso se le llama solidaridad con los de la misma generación.
Pero además, pequeño detalle, el sistema funciona porque hay mas gente trabajando que cobrando pensión. Si no, cero patatero y cero lo que se ponga por delante. El sistema quiebra. Y para eso, hace falta que la gente en edad fértil, tenga al menos dos hijos de media, que quiere decir, que lo normal es que la gente en edad de procrear (véase la quinta del 60), tuviéramos una media de tres hijos si restamos las parejas infértiles, los solteros y demás, sale un número, el tres como mínimo. Y de ahí para arriba. Las matemáticas, son así de desagradables y obscenamente dogmáticas: dos mas dos, nos guste o no, siguen cerrilmente siendo …. tres o más hijos. A eso se le llama solidaridad intergeneracional. 
Y también se le llama, en castellano, inteligencia. Es decir, que una sociedad normal, inteligente, pondría como ejemplo, como modelo, a familias con mas de tres hijos, porque gracias a esas familias, mucha gente va a poder vivir una vida decente unas décadas más tarde. Es pura lógica de supervivencia. Pero, la realidad social, se ha encargado de demostrarnos, que no vamos en esa dirección, sino justo en la contraria. La anticoncepción, el aborto y el matrimonio homosexual, dejando fuera consideraciones morales, es un triple no al futuro, es un suicidio social sin precedentes. Y las familias que tienen más de tres o cuatro hijos, son unas frikis, ultraconservadoras, uuuhh que miedo, y tal y cual. Ya se encargará la realidad de darnos bofetones cuando se nos pase la borrachera de pensiones-gratis-total que estamos viviendo hasta ahora. 
Toda esta mentalidad (los que tienen mas hijos son tontos, frikis, ultraconservadores, etc…) tiene su origen en el concepto de familia y matrimonio de las democracias burguesas occidentales nacidas de la Ilustración. Para el pensamiento burgués del siglo XIX, el matrimonio es algo privado. ¿Porqué la gente se casa? Pues por dos causas. Para mantener relaciones sexuales y para tener hijos. En cuanto a lo primero, el matrimonio es una “stable sexual relationship”, una forma de mantener relaciones sexuales estables con cierto decoro y orden social, que si no es un lío. Los hijos, se tienen sí y sólo si producen una utilidad mayor a esa relación. Es decir, yo tendré hijos si eso hace aumentar mi patrimonio, mi reconocimiento social, etc. La mujer sirve para dar descendencia, y esa descendencia asegura que el patrimonio y el buen nombre de la familia se transmita. En resumen: los hijos son el resultado de un intercambio de intereses entre hombre, mujer y sociedad. Es la mentalidad del capitalismo. Todo aquello que se puede comerciar, intercambiar, contar y que hace que con el intercambio suba el bienestar de una o las dos de las partes, es lo que hace mejorar la sociedad. Por eso Adam Smith escribió aquello de que no había visto nunca a dos perros intercambiar dos huesos. Todo el valor del hombre, y por tanto de la familia, se hallaba centrado en su habilidad comercial, en su capacidad de incrementar su patrimonio y de transmitirlo lo más íntegramente posible.
Por eso, la teoría de la transición demográfica diseñada en Occidente e inoculada directamente por la ONU para evitar el contagio de la fertilidad y para aplastar ideológica y demográficamente a ese desagradable Tercer Mundo que no para de reproducirse, indica que los países más desarrollados entran en eso que se llama la “transición demográfica”, que significa que el país desarrollado se vuelve “razonable”, es decir, que la gente tiene uno o dos hijos, que es lo “razonable” para gestionar de forma interesante tu vida. Tener uno o dos hijos…. o no seas tonto, disfruta, y no tengas ninguno, es lo más rentable a nivel utilitario, si seguimos la mentalidad burguesa-capitalista-utilitarista. En el Tercer Mundo, eso no vende igual: allí no hay ningún fondo de pensiones, y si no tienes hijos que te cuiden, simplemente te mueres. Es todo mas palmario y transparente que aquí. Aquí creemos que ZP o su porquero nos pagarán la pensión, pero, estamos igual que en todos lados. Si no nos cuidan los hijos, no nos cuidará nadie. El Estado es un concepto abstracto, pero las personas tenemos la manía de ser muy concretas a la hora de comer, dormir, enfermar, envejecer, nacer, etc…
El milagro de nuestra existencia es precisamente eso, un milagro, un don. «Se tienen dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, etc., y si vas calculando así, hacia atrás, llegarás pronto a una cifra inmensa. Piensa por ejemplo en los tiempos de la peste de 1349... la muerte iba de pueblo en pueblo, de casa en casa, y los más afectados fueron los niños. En algunas familias murieron todos, y en otras sobrevivieron quizá uno o dos. Miles de antepasados tuyos eran niños en aquel momento, pero ninguno de ellos murió. Si no, con que hubiera faltado uno solo de ellos, no estarías aquí, desde luego.» (Jostein Gaarder). Somos individuos libres, por lo que hemos recibido. Somos un yo, y somos relación. Dos cosas, no sólo una. Y eso escapa a todo cálculo. Las generaciones se extinguen si se cierra el horizonte sobre el ombligo nihilista del propio presente. La generación mía del 60 se ha quedado ya sin el postre del futuro de la pensión, y se ha quedado sin pensión no porque el contador de habichuelas de MAFO haya adivinado que no hay suficientes alubias para cocinar el cocido de la supervivencia futura, sino porque este país nuestro se ha dedicado y se dedicará ahora con más ahínco a masacrar a su futuro, es decir a sus hijos (aborto sin límite de semanas en la práctica), porque quiere poseer sólo para sí todo el presente. 
Somos una generación, la del 60 (y la del 70) en la que se cumple el poema de Borges: No quedará en la noche una estrella/
No quedará la noche./ 
Moriré y conmigo la suma 
del intolerable universo./ 
Borraré las pirámides, las medallas, 
los continentes y las caras./ 
Borraré la acumulación del pasado. /Haré polvo la historia, polvo el polvo. /
Estoy mirando el último poniente./ 
Oigo el último pájaro./ 
Lego la nada a nadie/. Quisimos todo para nosotros, queremos toda la vida para nosotros, en una mano, en las dos manos, nos olvidamos de recibir, nos olvidamos de dar. Lo queremos todo, y queremos que todo se acabe en nuestro nihilismo suicida. Y al final estamos solos, sin nada. Lo vamos a pagar muy caro.
”Quien quiere tener su vida para sí, vivir sólo para él mismo, tener todo en puño y explotar todas sus posibilidades, éste es precisamente quien pierde la vida. Ésta se vuelve tediosa y vacía. Solamente en el abandono de sí mismo, en la entrega desinteresada del yo en favor del tú, en el "sí" a la vida más grande, la vida de Dios, nuestra vida se ensancha y engrandece. El amor significa dejarse a sí mismo, entregarse, no querer poseerse a sí mismo, sino liberarse de sí: no replegarse sobre sí mismo - ¡qué será de mí! - sino mirar adelante, hacia el otro, hacia Dios y hacia los hombres que Él pone a mi lado.” ( Benedicto XVI)

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