martes, junio 17, 2008

JOSE TOMAS

jose tomas

Dedicado a mis padres, a Macu y a Loli Marín

Domingo, 16 de Junio de 2008, plaza de Las Ventas, Madrid. A cada toro que salía a la plaza, nada más embestirle la luz, ya intuimos como le caminaba la suerte. Fueron toros malísimos. Lentos, mansos navajeros. Lo peor. Se pegaban a las tablas como las costillas al pulmón, robándole el aire y el oro a esa tarde de gloria. Pero para eso estaba José Tomás. ¡¡¡Hay tanta vida que echarle a la muerte, que a veces, sólo a veces, la muerte se emborracha de vida y baila!!!

El silencio se cortaba con el cuchillo de un capote. El traje de oro, era tinto como el vino tempranillo que manaba de esos minotauros a los que José Tomás les descerrajó un arte inaudito, a base de garrotazos de chicuelinas imposibles, por gaoneras ajustadísimas y suicidas. Buscaba y sudaba la sangre propia mientras plantaba su rodilla, su capote, su locura. En vez de "más alto, más lejos y más rápido", la roca de Galapagar toreaba lentísimo, con las manos tan abajo y tan cerca que parecía que se iba a fundir con el astifino. Quieto y ceñido, como un junco que se dobla, pero no se mueve.

Tras matar al segundo, lo cosieron en la enfermería, mientras la plaza rumiaba su abandono. Pero volvió con la mano cosida y su cuerpo abierto como una herida que respira arte y arena con la insolencia de un dios. Al quinto toro, le entró por el pitón derecho. Le iba bien, le destilaba el jugo a todos los rincones sublimes del más allá. Pero le faltaba el pitón difícil, el imposible, el pitón izquierdo. Y allí fue derecho: tres cornadas y de nuevo a torear. No se si eso fue arte o locura. El arte no sirve para nada, pero hace gozar. El arte de José Tomás, nos hace sufrir. Sufrir como nunca.

Sesenta-y-ocho-kilos de hombre que lanzaba su cuerpo al toro, y uno no sabe si eso era más miedo que arte. O más arte que miedo. Jesús, que trombo de angustia me transita todavía por la garganta. Ese, ese es el baile de sombras y fuego más terrible y bello que existe. Ese baile es el que nos soborna a los hombres, y nos hace elevar a un mortal al Olimpo de un dios Torero. La plaza volaba como una bandada de palomas blancas. La gente enloqueció. Ministras, millonarios, estrellas de cine, guiris, frikis o lo que sea, se partieron las manos ante el monstruo. No era para menos.

[Diario Informacion, a contrapelo del gran crítico Miguel Lizon. Confieso que no soy un entendido de toros, ni maestro, ni pretendo serlo. Y tiene razón cuando dice que hay fans de Jose Tomás "con versos". Por eso, la columna me salió tan encendida, y me sigue dejando boquiabierto este torero.]

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