EL SAHARA
Hay 30.000 subsaharianos esperando en Marruecos para cruzar el estrecho. Nadie habla de la causa de ese asalto, la hambruna del Sahel (Mauritania, Malí, Níger, Chad, Burkina Fasso, Chad, Sudán, Etiopía) -ver http://www.caritascadizceuta.com/-. En Junio, el primer ministro de Marruecos, dio informaciones alarmantes sobre el Sahel, e hizo una llamada desesperada de ayuda. La peor sequía de los últimos años castigaba el Sahel. Se preveía una avalancha de subsaharianos. La presión política sobre Zapatero es muy fuerte, porque energúmenos como J. Losantos azuzan el odio a Marruecos, y eso hace mella en las encuestas. Resultado: subsaharianos expulsados fuera del muro marroquí del Sahara, construido en los años 80. Caminan en fila india por un pasillo estrecho, rodeado de minas. Quien puede andar, anda. Quien no, muere. Expulsados a la nada, con cincuenta grados a la sombra, en medio de un paisaje que produce alucinaciones. Arriba, luce una claridad intensa. Cada grano de arena refleja un fragmento de la luz polar del cielo. La luz implacable los machaca, el sol es todo el cielo. Por la noche, un firmamento monstruoso lleno de estrellas, está al alcance de sus manos, gira de lado, y, ya no saben donde están. El silencio del día, se transforma por la noche en un murmullo como de croar de ranas: son las piedras que se rompen por la brutal diferencia de temperatura, alimentando con más arena los mares inmóviles de arena, las dunas que circundan el gran reino de ese más allá del mundo, el Sahara. La luz de la luna es brutal, y andar bajo ella es como penar bajo un sol blanco y helado. Nadie sobrevive a la noche. Milagrosamente llovió un poco, y las nubes acolchonaron la bajada brutal de temperatura nocturna. Por eso hay unos indeseables testigos que han llegado a contarlo. Esto del desierto, no es el Paris-Dakar, una franquicia de ricos cabalgando un Jeep con climatizador y GPS para exorcizar la abulia. Para los negros, el Sahara es el muro entre dos muros. El todo y la nada. En medio, se encuentra el negro en su tierra de nadie, con sus sueños irrenunciables, que arden como brasas tras las pupilas brillantes, fijas e insomnes, como si sólo vieran cosas que nosotros no queremos ni saber si existen: el hambre y la muerte que dejan detrás.
Publicado en Diario Informacion 20/10/2005 Etiquetas: periodismo


