MUJER, CRISTIANISMO, IGUALDAD
La jerarquía de la Iglesia está formada por hombres. Los protagonistas de
los Evangelios, son hombres. Jesús se dirige a Dios como su Padre. Por tanto,
la Iglesia, es una estructura patriarcal al servicio de la clase dominante, que
construyó una superestructura ideológica (el cristianismo) para engañar,
reprimir y dominar a la mujer. Pero esos protagonistas de los Evangelios, los
Apóstoles, eran un desastre y quedan fatal. De buenas personas nada: trepas que
se pelean por ver quien va a ser el primero. De inteligencia no andan sobrados,
porque el Rabbí Jesús les explica una y otra vez las mismas cosas, y siguen sin
pillarlo. Violentos: quieren reducir a ceniza un pueblo de Samaria al que son
enviados y no les hacen caso. Y ladrones: Mateo recaudaba para el invasor
romano y se quedaba parte (la mordida) y Judas metía la mano en la bolsa del
dinero. En resumen: unos hombres violentos, egoístas, ladrones y con pocas
luces. Eran un desastre, aunque tenían una virtud clave: todos eran sinceros y
sin doblez, excepto Judas.
Si nos fijamos en las mujeres que aparecen en los Evangelios, la cosa
cambia. Cuando le presentan la mujer adúltera, Jesús escribe en el suelo los más
ocultos pensamientos de aquellos hombres que abandonan el lugar llenos de vergüenza.
Y la mujer que ha sido llevada allí para avergonzarla mientras es lapidada en
la plaza pública, queda sola delante del único que puede tirarle una piedra,
porque es el único que no tiene pecado, Jesús. Todos eran pecadores, pero a
quien salva Jesús no es a los que la traen, no es al adúltero que no han traído
para lapidar. Salva a la mujer, le devuelve su dignidad.
Cuando todo se hunde y crucifican a Jesús, sólo le acompañan un puñado de
mujeres en el Calvario. Todos aquellos protagonistas hombres, los Apóstoles, le
han traicionado, excepto Juan, un chico adolescente que está al pie de la Cruz
porque quizás ha sido acogido lleno de miedo por la madre de Jesús. El Rabbí
Jesús se pasa tres años predicando en Galilea y Judea, moviéndose sin parar de
un sitio para otro, mientras le buscan para matarle las élites políticas y
religiosas, subiendo a pie hasta el Líbano, huyendo hasta Jordania, cayendo rendido
de sueño en la barca cuando cruza el Mar de Galilea. Y cuando ya no puede absolutamente
más, va a descansar al sitio donde está a gusto de verdad: a Betania, cerca de
Jerusalén, a casa de Marta, María y Lázaro. Sin aquella ayuda, sin aquella
atención de Marta y María, el Maestro no habría podido seguir, porque siempre
iba al límite de su capacidad humana. Llora al morir Lázaro, al ver destrozadas
a Marta y María. Llora al ver a aquella madre viuda que acaba de perder a su
hijo. Cura a la mujer del flujo de sangre, cura a la hija de Jairo, cura al
hijo de aquella mujer extranjera. Tiene una paciencia infinita, y al final convence
a aquella samaritana del pozo de Sicar en Samaria. Jesús, se desvive por las mujeres y necesita
su cercanía.
Cuando Jesús resucita, el primer testigo es María Magdalena, una mujer, que
va corriendo a ver a los discípulos, escondidos y llenos de miedo. Y no la
creen, porque según las leyes judías y romanas, el testimonio de una mujer no
tenía ninguna validez en un juicio. Pero el Rabbí se aparece primero a una
mujer. Y no sólo esto: al morir el Maestro, todos huyen y se esconden. Y quien
reúne y anima a todos ellos, es la madre de Jesús, María. María, es llamada con
razón Madre de la Iglesia. En la teología cristiana, es la persona con más alta graduación. De hecho, destroza
el Project Management de toda la Trinidad cuando, estando en las bodas de Caná,
le sugiere a su Hijo que arregle lo del vino. Y su Hijo, se resiste. Normal: su
plan era perfecto. Pero contra una Madre, no puede resistirse, y cambia todo el
plan de la Redención… adelantándolo. Por tanto, María, es la que gestiona las
peticiones de los hombres, la que está pendiente de la casa, del lugar que
habitan, del lugar donde se descansan, duermen, se curan los hombres. Allí, en
el Cielo, en la Gran Betania, Ella, es la que corta el bacalao. ¿Hay alguien
más feminista que Jesucristo? ¿Alguien que cree a una criatura-mujer-madre, y
que se deleite en obedecer sus peticiones? Ahh... ¡gran misterio!
En la liturgia de la Misa, en la oración más antigua que es el Canon Romano
(siglo IV), se reza a siete santos romanos, y …a siete santas romanas. La paridad ya estaba inventada en la Iglesia
Romana desde el principio. Porque sin mujeres, no existiría el cristianismo, ni
la Iglesia, ni nada. Muchas injusticias se han cometido, pero ni la desigualdad
ni el machismo tienen nada que ver con la religión cristiana. Quizá hagan falta
más teólogas, que muestren lo evidente.
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