AUSCHWITZ, LA LLAMA OSCURA DEL SIGLO XX
Se cumplen 60 años de la liberación del campo. Jose Antonio Marina: “El hombre ha inventado la música de cámara, y la cámara de gas”. Hoy no hablaremos nosotros. Dejemos hablar a los hombres.
Elie Wiesel en
En otra parte del libro, Levi dice en un párrafo impresionante: “Si Elías recobra la libertad, se verá confinado al margen del consorcio humano, en una cárcel o en un manicomio. Pero, aquí en el Lager, no hay criminales ni locos. No hay criminales, porque no hay una ley moral que infligir. No hay locos, porque estamos programados y toda acción nuestra es, en cuanto a tiempo y lugar, sensiblemente la única posible”.
Varlam Shalamov relata en el ya clásico Relatos de Kolyma, ese Auswichtz estaliniano del Ártico, que un día se produjo por efecto de la erosión natural, “el deslizamiento de una fosa común de presos ladera abajo, una fosa de piedra, abarrotada de cadáveres intactos de 1938, dejando al descubierto el secreto de Kolymá. (…) Entonces, se dio orden de trasladar los cadáveres a otra fosa común, con palas mecánicas. La pala recogía los miles de cadáveres congelados y esqueléticos. Ninguna de las partes se había descompuesto: las manos crispadas, los dedos de los pies reducidos a muñones purulentos a causa de la congelación, la reseca piel surcada de arañazos ensangrentados…”
Debido a la enorme producción de cadáveres, a ambos regímenes les gustaba la incineración. En Agosto de 1944, se mataron en un solo día 24000 personas que fueron inmediatamente incineradas. Catherine Merridale lo cuenta en su revelador libro Night of Stone: Death and Memory in Russia. A Stalin le gustaba la incineración, porque debilitaba la autoridad de
La generación de 1968, rechazó la obra de reconstrucción de
Hoy creemos superado todo ese pasado, mientras barnizamos nuestras conciencias con un pragmatismo que desprecia cualquier ética cayendo en el más banal de los relativismos. Vivimos instalados en la contradicción de rechazar cualquier autoridad, norma o principio mientras respiramos aliviados cuando aparece alguna noticia que nos habla de que nuestra conducta está preconfigurada genéticamente. Negamos cualquier ley moral universal, pero nos encanta que nos digan que estamos predestinados por la biología o la ciencia. Hemos creado un paraíso moral exculpatorio, por encima del bien y del mal, en nuestra vida ordinaria y concreta. Creemos que Auschwitz fue un hecho horrible, lejano y absurdo, y no es verdad. Para extirpar el horror, tenemos que comprender que existe una proporcionalidad inversa entre la banalidad del mal (lo accesible y concreto que es el mal para cada uno de nosotros) y la libertad. La libertad tomada en serio, toma muy en serio al mal. La libertad tomada en serio, se pone las pilas con la responsabilidad individual, sin echar las culpas al que pasa por allí. Si no lucháramos por la libertad “fuerte”, los rescoldos de la llama oscura del Siglo XX no tardarían en volver a aparecer. http://www.cmartinezmockel.blogspot.com/
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