SIN PERDON
La noticia
sorprendió a muchos. El Papa Francisco autorizaba a todos los sacerdotes a
perdonar el pecado del aborto a todas las mujeres que “estén arrepentidas de
corazón”. El portal del Año de la Misericordia, que comienza en Octubre de este
año, se ha abierto con esta noticia que ha producido oleadas de reacciones. Por
un lado, aquellos que creen que es un “pecado imperdonable” matar al hijo. Por
lo menos habría que poner las cosas chungas a aquellos que cometieron esa
acción abominable. Que por lo menos vayan a pedir audiencia al obispo cubiertos
de ceniza. Por otro lado, ha enfadado a otros muchos, que no consideran que
abortar sea un pecado, sino que incluso es un derecho de la mujer para mantener
su dignidad y libertad, para no caer en la esclavitud de un hijo no deseado
mientras el causante del embarazo se va de rositas.
Lo primero
que creo que hay que decir es que si alguien quiere pedir perdón pues lo pide, y
si no, pues no lo pide. A nadie se le obliga. Lo segundo, que el sentimiento de
culpa de muchas mujeres por haber abortado, de muchos que han facilitado o
cooperado con un aborto, existe. La realidad es tozuda. Los psiquiatras saben
cómo se las gasta la conciencia a aquel que carga con la culpa de creer que ha
hecho daño a otros. Un embarazo no es un chiste, como bien sabemos. Y si un
aborto natural deja tantas veces devastada a una madre, un aborto provocado,
provoca también un gran dolor.
Por lo tanto,
no se trata de meter la cabeza debajo de la arena, de ser “positivo” y
pastillear con prozac la realidad. A veces, la cagas, haces cosas que están muy
mal. Y la gran pregunta es esta: ¿qué haces cuando has hecho daño a otros,
cuando consideras que es algo demasiado horrible, algo imperdonable? Y si hay
cosas imperdonables, ¿dónde ponemos el límite? Si usted hundió la carrera
profesional de aquella persona por esparcir un rumor falso ¿eso tiene perdón?
Si a su madre la metió en la residencia ¿eso tiene perdón?¨ La pregunta es, ¿es
posible sacar la pata cuando la has metido hasta el fondo, cuando tu vida
parece aquel disco de Hombres G “La Cagaste Burt Lancaster”?
El Dios al
que se refiere el Papa Francisco, es un Dios que nunca se cansa de perdonar. Somos
nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, ha repetido una y otra vez. Y,
como no pedimos perdón, nos cuesta mucho perdonar desde grandes cosas a
chorradas. Y así la vida es infernal. La realidad es esta: somos capaces de lo
peor, y de lo mejor. Para salir del mal, hace falta reconocer nuestra
responsabilidad, y pedir perdón. A los que tenemos al lado. Y por qué no, a
Dios. Después de todo, ahí es cuando más se nota su existencia, su poder e
omnipotencia: cuando nos perdona incomprensiblemente, y te vas alegre,
dispuesto a recomenzar, a trabajar para volver a intentarlo, mientras pides,
ahora sí, perdón a tus semejantes por cosas que antes ni intuías. Al mundo
lleno de guerras, culpas y dolor, le hace falta perdón por un tubo. Es hora de
recomenzar.
Informacion, 5/9/2015
Informacion, 5/9/2015
Etiquetas: Columnas
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