viernes, julio 04, 2008

José Bergamín en la Plaza de Oriente

bergamin
José Bergamín vivía en Madrid en un pequeño ático que daba a la Plaza de Oriente. Así que, durante años, cada vez que Franco se asomaba, por lo que fuera, al balcón del Palacio Real, un par de números de la Policía Armada subían a su casa, armados, para vigilarlo. Durante mucho tiempo no hubo ascensor en la finca y se cuenta que el viejo escritor, ensayista y editor subía andando los cinco pisos, largo y delgado, mientras recitaba en voz alta un soneto distinto cada vez. Y era motivo de admiración entre quienes lo acompañaban su buena memoria, capaz de recordar decenas de ellos que desgranaba por la escalera, sin titubeos, mientras iba ganando peldaños. A aquella casa, apenas una buhardilla, acudió a principios de los 80 un joven poeta, Andrés Trapiello, que acababa de publicar su primer libro, y a quien Bergamín había llamado. Su visita coincidió con la de un operario que anduvo largo rato instalando una antena para que aquel viejo católico fervoroso pudiera ver por televisión la visita de Juan Pablo II a Fátima. Así que ambos, Bergamín y Trapiello, estuvieron media tarde sentados, uno junto al otro, casi sin hablarse, mientras el antenista hacía los ajustes precisos, antes de marcharse. Fue entonces, con la tele de fondo, cuando se dirigió a él y le dijo: «Le he hecho venir para decirle lo mismo que me dijo a mí Juan Ramón Jiménez: «De su libro me interesa el poeta, pero no el libro»
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1 comentarios:

Blogger Morgenrot ha dicho...

¡ Estupenda entrada ! y maravilloso Bergamín.


Hace ya tiempo que no nos escribimos. He estado fuera un mes, una vez de regreso, me gusta visitar tu blog, siempre culto e interesante.

Saludos afectuosos

8:07 p. m., julio 24, 2008  

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