lunes, mayo 14, 2007

El Parlamento de las Religiones

Alicante celebró el pasado día 12, esa iniciativa loable que es el Parlamento de las Religiones. El evento es una iniciativa muy importante, sobre todo en este momento histórico en el que nos encontramos, donde la religión ha sido secuestrada en muchas ocasiones por integristas y fanáticos. Eventos como este ayudan a cultivar la armonía y el diálogo entre las distintas comunidades religiosas y espirituales del mundo, y demuestra que la mayoría de los practicantes de las distintas religiones son personas pacíficas que luchan por la paz, la justicia y el respeto de la Tierra como reflejo de la Trascendencia.

El diálogo entre religiones es necesario y bueno, pero también es necesario el diálogo entre la razón y las creencias religiosas, que actualmente está en crisis. En el recientemente publicado libro de Antonio Monda¿Crees en Dios?”, el autor entrevista a un grupo de escritores e intelectuales neoyorkinos, que tras el shock del 11-S, se muestran muy a disgusto con la religión. Paul Auster manifiesta en la entrevista que “de la religión me espanta su tendencia fundamentalista, y veo en torno a mí un mundo cada vez mas lleno de fanáticos”. Para ser miembro de una religión, hay que creer en una serie de dogmas fundamentales, que para Paul Auster, llevan al absolutismo de creerse en la verdad y de la negación del pensamiento crítico. Estoy de acuerdo con Auster en cierta manera. La religión sin espíritu crítico, la fe del carbonero, puede llegar a la destrucción de la Humanidad, tal y como demuestran los fanáticos de Bin Laden. Hay formas de religión degeneradas y morbosas, que no edifican al hombre, sino que lo alienan y destruyen, y es necesario ser crítico con todas y cada una de las religiones.

Pero, también es cierto el argumento contrario, al que se ha referido muchas veces Jürgen Habermas (ver), de que si no existen unos límites morales absolutos trascendentes y no negociables, unas líneas rojas que nadie pueda traspasar, el Estado liberal secular está condenado a su propia disolución, porque no puede garantizar sus fundamentos normativos. Y en esa crisis estamos, con el riesgo de que la presión terrorista del islamofascismo pueda influir de manera decisiva en la configuración de las mayorías necesarias para gobernar, unas mayorías electorales que no tienen un fundamento normativo sólido, porque no existe un consenso acerca de unos mínimos morales absolutos que trascienda el juego de las mayorías y minorías políticas, que son las que deciden lo que está bien, mal o lo que es neutro, en función de estrategias electorales cada vez mas coyunturales.

Todas las civilizaciones de la historia de la Humanidad, han buscado la trascendencia. La esencia de las religiones codificadas en normas cultuales, en unas creencias específicas, es que no sólo el hombre es capaz de abrirse a Dios o lo Trascendente, sino que Dios o lo Trascendente se ha comunicado y se comunica con el hombre a través de una Revelación, que es lo que constituye el centro de las creencias de cada religión. El estudio comparado de las religiones demuestra que, para llegar a ese “más allá”, a la salvación, el hombre debe buscar la verdad, el bien, el amor, siguiendo unas pautas cultuales y unos ritos distintos en cada religión, pero la esencia de esos ritos es la búsqueda de la verdad, del bien, del amor, para llegar a la salvación. Es decir, la trascendencia está en relación con la conciencia moral del hombre.

También es verdad, que en todos los tiempos han existido hombres que han respondido a la “voz del corazón”, hombres, que quizá no han sido religiosos, pero que han luchado por la verdad y el bien de forma admirable. Es decir, que existe una conexión entre una razón que busca la verdad y el bien, y una religión que busca la verdad y el bien, y esa conexión se encuentra en la conciencia moral humana, que hay que rescatar del olvido. Esa mirada o búsqueda de los individuos hacia la verdad y el bien, es lo que se llama en términos religiosos, la salvación, o la plenitud humana en términos de razón. Pero, la razón y la religión, siempre corren el peligro de corromperse. El siglo XX, certificó que la muerte de Dios, la razón sin lo transcendente (Stalin, Hitler), se puede corromper, y más que crear superhombres, mata y destruye al hombre y a sociedades enteras.

Es decir, religión y razón se complementan, y tienen que ser críticas. Una razón sin valores mínimos trascendentes, hace que todo sea voluntad de poder. Una religión sin conciencia moral, totalitaria, es nihilista y acaba también en voluntad de poder y en el infierno de la violencia, no en el paraíso de la salvación. André Malraux, dijo aquello de que “el siglo XXI será el siglo de la religión o no será”. Lo que no dijo es que corríamos el peligro de la corrupción de la religión por el fanatismo. Por eso, bienvenido sea el Parlamento de las Religiones, un Parlamento que puede ayudar a devolver el protagonismo al verdadero concepto de religión, una religión que respeta a los hombres, que busca el bien y la verdad, que es crítica con ella misma. Una religión que se apoya en la razón. Una religión que ayude a buscar los fundamentos morales mínimos que trasciendan los juegos políticos coyunturales de las mayorías parlamentarias, que permita a nuestras sociedades democráticas aguantar la embestida de los fanatismos totalitarios de cualquier tipo.

[Nota:

El pasado día 12 de Mayo, Federico Mayor Zaragoza inauguró el Parlamento de las Religiones en la Universidad de Alicante]

[Diario La Verdad]

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