LA ULTIMA GOTA DE ROCÍO
Rocío escogió una vida dura, porque necesitaba la altura desde la que desprenderse del fuego que la abrasaba por dentro. El fuego, lo llevaba envuelto en las Españas profundas de la copla y del flamenco. Tenía una voz enorme. Era “nuestra voz”. Cuando la entrevistaban, le hacían fotos, posaba. Siempre posaba. Uno se topaba con una muralla, que era desbordada enseguida por la fuerte personalidad de una mujer “echá p’alante” pero frágil. La vimos conJesús Quintero hace no mucho en una entrevista impresionante, de largos silencios, donde ya tenía toda la vida y su temprana muerte, bordada en la boca y la mirada. Fue su despedida del escenario público, para recogerse definitivamente en casa, ese lugar donde la envidia no te da alcance, y el color negro del luto se intenta blanquear con la presencia íntima de lo más tuyo, tu familia.
Pocos se atreven a ser artistas, porque la tarima, el escenario, es traidor. Las giras de ciudad en ciudad, son duras. Se duerme poco, se come mal, los managers te engañan, y uno no sabe por donde le va a salir el público aquella noche. En los teatros y las salas de fiestas, desembocan muchos ríos de pasiones que son difíciles de cabalgar. El hombre, la mujer que logra cabalgarlos, entra en el Olimpo de los Dioses, pero, los Dioses se comen siempre tu intimidad, tu vida privada, y una, pensaría ella, ya no puede ni morirse en paz. Hay que plegar las velas de las lágrimas, escudarse con gafas negras que son mas grandes que tu rostro, mantener la pose, ahora, en el momento más duro, cuando sólo apetece cantar entre lágrimas aquella sevillana de “algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”.
Etiquetas: Muerte
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