martes, febrero 01, 2022

DEVORAR EL HORIZONTE


 

Cuando veo la línea del mar

que se come mi horizonte

pienso en Ti

y te digo: 

no sigas por favor

construyendo ese Cielo 

que no se acaba nunca

precioso, único, cada día

como si fuera el último

pero siempre nuevo, inagotable

sin acabarse, 

sin llegar nunca a abarcar 

su belleza en mi espejo

como si me entendieras

y yo no pudiera sino reflejarte

 

Y veo llegar las olas rotas,

verdes, sudorosas

preñadas de ocasos 

vomitando náufragos

Pero al poco, levanto la vista

al fondo de Ti 

allí donde se junta 

mi reflejo con el Tuyo

 

Y mientras la playa 

se desguaza en restos

sigo devorando el horizonte 

donde la marea no se acaba

Y siento 

como se despeña el Cielo

sobre mí todos los días, todos

para decirme sin parar

te quiero, te quiero, te quiero

miércoles, enero 26, 2022

JUNTOS

 

Y el cielo blanco nos dejó a oscuras

Se oía navegar a las gaviotas

el sol se nos fundió dentro

como un coágulo de bronce

 

La oscuridad del silencio

nos despertó con su trueno

y ya no pudimos volver a hablar

sin hablar de Él nunca más

lunes, abril 12, 2021

 


 

Qué largo trabajo tuyo

hasta lograr socavarme

y que el amor me consuma

y que no pueda olvidarme

de que estás en mis entrañas

recoméndome la sangre.


Carmen Conde,  Cancionero de la enamorada,  1971

viernes, marzo 19, 2021

EN EL NOMBRE DEL PADRE

 

Dentro de muchos años, los medios de comunicación seguirán hablando más o menos de lo mismo: economía, política, fútbol. Famosos y milmillonarios seguirán dominando las portadas. Pero creo que aquella poetisa griega, Safo, tenía razón cuando escribió hace ya tantos siglos: dicen unosque los jinetes, otros que la infantería y otros que una escuadra de navíos: másyo digo que es lo que uno ama.

Lo más importante es lo que uno ama, nada nuevo bajo el sol. Y amar, amar, se aman pocas cosas. Y lo que más amamos los que somos padres, son nuestros hijos. Si, ya sé que
las series y los medios destacan los padres-monstruo, casi siempre carne de psiquiatra, que han hecho barbaridades con sus hijos. Pero a mi alrededor, la inmensa mayoría de los que tenemos hijos, moriríamos por ellos, soportaríamos cualquier mal antes de que lo sufrieran. Para un padre, los hijos lo son todo.

También es verdad, que los hijos son lo que más daño nos puede hacer: ¿hay mayor horror que tener un hijo drogadicto? ¿existe algo peor que la muerte de un hijo? Pero, también, hay que decirlo, un hijo es lo que más alegría puede dar: ¿hay alguien más feliz que el padre de la novia el día de su boda?; ¿más feliz que un padre en la lectura de la tesis doctoral de su hijo?, ¿más feliz que el día su hijo le hace abuelo? Lo que más suele iluminar la vida de un hombre, son sus hijos. Y lo que más la puede oscurecer, claro. Es la humana condición: por existir la noche, puede hablarse del día.

No es fácil amar a los hijos. Hay que mimarlos y hay que exigirles. Hay que educarles en libertad, pero también marcar el camino: un jardín que no se poda, acaba en selva inhabitable. Y hagas lo que hagas, siempre son jueces implacables: al final es imposible engañarles sobre quienes somos de verdad. Por eso hay tantos que compensan sus desastres familiares con un exceso de trabajo o vida pública. Muchas veces, ese examen, el de los hijos, es el que de verdad te dice si has aprobado o suspendido en la vida. Aunque nadie se dé cuenta, tú lo sabes. Como me dijo una vez un gran empresario, que había desatendido su familia y los hijos le habían salido mal: he estado subiendo toda la vida una escalera empinada, y al final, me he dado cuenta de que la he apoyado en el muro equivocado.

Educar es difícil. Te equivocas muchas veces, claro. Además, cada hijo es distinto. A uno le va la música, a otro las matemáticas. Uno es callado, el otro no para de hablar. Con unos congenias más, con otros menos. Pero hay una cosa, que creo que funciona bastante bien: si el padre se lleva bien con la madre (¡tampoco esto es fácil!) crecen felices, casi sin saber cómo. Al fin y al cabo, el ADN de cada una de sus células es un tronco enredado de dos mitades, la del padre y la de la madre.

Para rematar, se pasa el tiempo volando. De repente, un día despiertas, y ya han pasado 18 años. Y aquel minúsculo ser que acunabas en tus brazos tantas noches para ayudarle a dormir, se despide de ti para comenzar a estudiar lejos de casa, mientras te mira breve e interminablemente, con una mirada que no puede ser descrita por ningún lenguaje. Y piensas: bien valió la pena el precio que pagamos. Son esos momentos, tristes y alegres, fugaces y eternos, en que piensas por un momento, que el mundo está bien hecho, aunque duela. Esos momentos que brillan con un resplandor de otro mundo, como dijo Borges.

Y ahora, cuando comienzan a marcharse, va llegando el silencio. Y vemos que nos sobra casi toda la casa, porque ellos son más que la mitad de nosotros. Sentimos ya como la edad comienza a empujarnos al adiós. Desandamos nuestros años en los álbumes con sus fotos. Pero enseguida sentimos que no es silencio lo que nos queda: nuestros hijos siguen habitando nuestras vidas en todo lo que hacemos, como un río que murmulla por la conciencia como un rezo interminable. Por mucho tiempo que pase, por lejos que se vayan, nunca se irán de nosotros. Estaremos donde están, porque ellos y nosotros llevan dentro nuestras sendas, porque el tiempo y la distancia con ellos es mentira. Porque la muchedumbre de nuestro pasado es más ligera que nunca sostenida por su futuro, ya más grande que nuestras vidas. Para eso quisimos siempre a nuestros hijos, para que fueran más que nosotros. No cabe mayor felicidad.

martes, octubre 15, 2019

FRANCISCA AGUIRRE




Francisca Aguirre (1930-2019) En 2011 ganó el Premio Nacional de Poesía. En 2012 se la nombró hija predilecta de Alicante. En 2018 ganó el Premio Nacional del las Letras. Una de las grandes mujeres de nuestra ciudad.

Como muestra de su sensibilidad he escogido estos preciosos versos del gran poema Testigo de Excepción

Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
(…)
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.

Vivir no es necesario, navegar sí. Navegar para el poeta es  dar palabras que nos trasladen más allá del tiempo que huye entre nuestras pequeñas rutinas, palabras que atraviesen el ruido seco de la materia. 

Navegar es escorar el barco de nuestra vida lo justo, dejar que las velas se llenen de rachas de aire silencioso que murmulla inmortalidad y vacío, rachas que golpean a borbotones  y en desorden nuestro interior. 


Navegar con poesía es necesario para vivir.


El mar. La mar. Todo lo demás es minúsculo... “Porque nuestras vidas, son los ríos que van a dar al mar, que es el morir” (Jorge Manrique). Allí fluye hasta el final nuestra vida. El mar la retiene. 

Al final del viaje llegamos a sus orillas  casi sin agua, con los  recuerdos atrapados en las aguas profundas y oscuras de un pasado retenido que ya no volverá. Allí llegamos azorados por las olas racheadas del tiempo. Allí, lo único que nos serena y calma es cuando somos lamidos por la sal grumosa de la esperanza que acalla y calma las heridas más profundas. 

En ese mar salado, quieto, quisiera lavar mi corazón.  Sin ruido ni vacío que me hundan. Quedarme pegado a la orilla, empapado en unas aguas misericordiosas que ya nunca se perderán.

Gran poetisa. Te echamos de menos, y al mirar al mar, te sentimos un poco más cerca. Desde la orilla, pegados a lo más grande, el mar, la mar. Pegados al infinito, llega el rumor inacabable de tus palabras.

Etiquetas:

Make Money Blogging