EL RUIDO Y LA FURIA
Se nos ha
ido Santiago Carrillo. Salieron a despedirle en su último viaje al grito de
camarada. Deshilacharon las cenizas de su cuerpo sobre el Cantábrico. El polvo
vuelve al mar, allí donde no hay caminos ni destino. ¿Pura nada que nada en la
corriente? Para mí Carrillo sigue ahí. Habita en mi memoria desde hace mucho
tiempo. Y no se irá. Un icono, que esculpía con cigarrillo y Pasionaria el
Informe Semanal con el que nos adoctrinaba Felipe y su generación progre bon vibant del 68. El PCE de Carrillo
era la nieve de la izquierda pura, el reverso del carbón que lavaba la
corrupción producida por el capitalismo Felipista: los pelotazos a la luz de
las velas en la Bodeguilla de la Moncloa, la corrupción de esos juerguistas
andaluces perfumados con puros Cohibas ensangrentados enviados por Fidel
Castro, ambientado con la retórica y la música adecuada para la causa por el
Canal Plus… ¡Ay! ¡Aquel sí que era un canal de pago!
El norte que
marcaba la Brújula de la Casa Común de la Izquierda, apuntaba a la calle Reyes
Magos de Madrid, la calle donde vivió y murió un comunista frío, como todos los
comunistas de verdad. Cínico, como todos los que ya no creen en el futuro. Un
revolucionario experto en asambleas, harto de dar tumbos en el exilio, dueño de
mentiras y silencios. No le juzgo. El alma humana es abismo de profundidad
infinita. Somos una nave muy frágil, que a veces, como le ocurrió a Carrillo,
viaja en condiciones durísimas, azotada por el ruido y la furia de huracanes de
fuerza descomunal. Nadie sabe si será bueno o malo en determinadas
circunstancias. Quizá pudo evitar Paracuellos, quizá fue su único responsable.
O quizá no. Quizá actuó en aquella mañana inflamado por el odio causado por la
muerte de gente muy querida. Quizá fue un acto político frío, para eliminar
adversarios. No lo sabemos. Aquello ocurrió en medio de un mar de sangre. La
llave que abre los misterios de la conciencia y nos descifra el corazón de la
persona única y singular, la llave que nos descifra la oscuridad de sus
horrores o la luz de su bondad, sólo está en manos de Dios. Dejemos que Él
juzgue.
Su comunismo
de juventud fue un fracaso. En España nunca entendimos el comunismo. Vino a
quedarse en la Guerra Civil subido a lomos de la Internacional de Stalin, pero
nunca sobrepasó la epidermis de un país socarrón, que no se fía de las
jerarquías. Los comunistas trataron de imponer orden en las filas de la
República a base de fusilamientos, purgas y disciplina, pero aquello era un
caos. Milicias armadas sin control, anarquistas a troche y moche, desbandadas,
faltas de disciplina en el ejército. Mientras, Franco, aquel General de voz
aflautada, se alió con la tradición, la familia, el orden y todas esas cosas
tan persistentes y aburridas. Y además, se le morían los generales en
accidentes de avión. La selección artificial aérea dejó claro el camino: quedó
sólo un general: el Generalísimo.
El comunismo
sólo dejó algo de poso en la sociedad española, cuando el clericalismo
tradicionalista asfixiante, fue sustituido por el clericalismo intelectual de
la pana y la barba: las cátedras se llenaron de antiguos seminaristas
evolucionados a profetas progres. Los ex-curas cambiaron la sacristía por la
asamblea del Partido. La Utopía del
Nuevo Hombre Marxista, una ideología mucho más coherente e ilusionante
que el podrido y vergonzante tardofranquismo que se caía a trozos de forma
penosa, eliminó al Ancien Régime de Franco. Se pasó de la disciplina, la
autoridad, el orden, el miedo y la imposición al progreso económico inevitable causado por la
lucha de clases. Todo esfuerzo era un problema de presupuesto. La lucha de
clases, era una cuestión de lucha por el presupuesto producida por un
Mega-Estado que nos llevaría a la perpetua Vida Confortable pagando el peaje de
la Mentira Histórica. La historia de nuestro país no se pudo ni se puede
cambiar, pero se puede escribir al revés. Pasada la Transición, la Política,
trató sobre todo de reescribir la Historia, para así instalarse y controlar las
conciencias donde anidan los únicos tesoros que interesan al Poder: los votos.
Y así la Política devino en Marketing que produjo slogans como morcillas. Me he
comido demasiadas morcillas de aquellas. Ahora tomo Zarator, ya saben, para
bajar el colesterol que me dejó aquella sobredosis de mantequilla blanda,
viscosa y pseudoprogre que nos ha llevado al cataclismo educativo que nos
habita desde entonces. Y el barniz viscoso de toda esa ideología cutre, se
producía en aquella Casa Común de la Izquierda, donde Carrillo era uno de sus
iconos, quizás a su pesar.
Esta mañana hablaba
con una compañera polaca, Johanna, que tiene 26 años. No sabe que es eso del
comunismo en la teoría. Si sabe lo que era la Unión Soviética, el miedo.
Pasionaria rezaba ante el cadáver de Lenin y Carrillo cazaba osos con
Ceaucescu, mientras la mitad de Europa vivía en estados policiales donde las
paredes, los hijos y los vecinos eran enemigos de la revolución. Los padres de
Johanna llevan todavía el miedo de aquello en el cuerpo, y ella lo ha vivido,
sentido, comido, olido Está en su ADN. Y algo de eso se me quedó a mi metido en
el cuerpo cuando la mitad de mi sangre huyó de la Europa del Este, la del
socialismo de verdad, en 1953, antes de cerrar a cal y canto la frontera, no
vaya a ser que se contaminaran de tanta podredumbre capitalista. Aquí, Carrillo, les ha servido a muchos para
darse un barniz de lucha de clases, mientras se fumaban puros ensangrentados de
Fidel y llenaban su cuenta corriente. Le tengo más respeto a él, que por lo
menos utilizó la mentira para anestesiar los dolores de parto de la Gran Utopía de Marx mientras vivía
modestamente en su piso de toda la vida, que a esos farsantes que se pegaban a
su foto para llenar su cuenta corriente.
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