sábado, noviembre 21, 2009

PODER, AUTORIDAD Y MAESTROS





En Alicante un profesor de sexto de primaria ha sido denunciado por un padre por vejaciones a su hija de once años por no hacer los deberes y hacerle copiar cien veces  “debo hacer lo que me manden”. El padre lo denunció, y el profesor ha sido llevado a juicio por “maltrato y vejaciones”. A principios de año, un padre residente en Pamplona con cinco hijos, fue denunciado por su hijo de diez años por darle dos bofetadas. Como lo expulsaron del colegio, y no podía darle ni un cachete, pues se lo entregó a la Policía Municipal “para que lo eduquen”. Le pusieron una multa, y le devolvieron el paquete. El pasado 25 de Septiembre el reconocido juez de menores Emilio Calatayud instó a la fiscalía para “actuar contra la serie ‘Física y Química’, un auténtico atentado contra el menor. Lanza mensajes peligrosísimos e impone a los menores cosas que no son. Altera la percepción de la realidad y siembran violencia”. Y así llegamos al absurdo de que un alumno puede dar una paliza a un profesor, y no le pasa nada porque es menor. No sólo eso, sino que se ha cambiado el Código Civil, para que cualquier niñato pueda denunciar a sus padres por darle un cachete o echarle una bronca.

El concepto de autoridad está en crisis. ¿Porqué hemos llegado a esto? Antes que nada hay que definir qué es la autoridad. En el Imperio Romano, apunta el profesor Sebastián Montiel, existía una diferencia notable entre la “autorictas”, ejercida  por el Senado (formado por una selección de familias o gens cuyo jefe era un patricio o pater familiae) y la “potestas” o “imperium” que detentaban  los magistrados y el pueblo, tal como recuerda Giorgio Agamben. La palabra autoridad proviene del latin “autorictas”, y al igual que las palabras “autor” y “actor” tienen su raíz en el verbo latino “augeo”, que significa aumentar. Para poder ser autores y actores de nuestra propia vida tenemos necesidad de ser “aumentados” por la autoridad de otros. De ahí que dicha autoridad sea para nuestro ser algo muy distinto del poder. El poder siempre fluye por cauces o arroyos legales que en nuestra sociedad modernas son cada vez más abstractos (papeletas de votos, votos electrónicos) porque corresponden a expresiones de voluntad de masas abstractas de individuos. La autoridad, en cambio, se transmite por cauces vitales (venas, arterias, nervios), concretos, cercanos y muchas veces genealógicos, familiares.

Digamos que una persona con autoridad es una persona con carisma, con un poder que es aumentado y reconocido por su sociedad. Por eso, Augusto, tal y como se cuenta en la Res Gestae, es el primer emperador romano que reclama para sí la potestas y la autorictas en el año 27 a. C., abrió su casa a la inspección pública. Al emperador se le supone poder, pero para ser aceptado y seguido como líder, debe de ser aceptado por la gente concreta con la que vive y se relaciona. Y sólo es aceptado cuando viene investido de autoridad. Y esa autoridad se consigue cuando la vida privada es una vida buena, virtuosa, que produce admiración. Una persona con autoridad, es muchas veces aquella persona del trabajo que no manda mucho, pero a la que todo el mundo pide consejo, porque cumple sus obligaciones, trabaja duro, es leal y veraz. Y cuando a esa persona, se le da poder, las cosas suelen ir muy bien. Y cuando el poder lo ostenta quien carece de autoridad, las cosas se van a pique. No se puede gobernar a base de mentiras, amenazas y poner sólo en la balanza los desnudos intereses.

El padre que denunció a su hija, no se preocupó de que su hija hiciera los deberes. Y no sería la primera vez. El profesor estaba harto, y la castigó. El padre y la madre de esa niña ¿tienen autoridad? ¿tienen ley? Lo que tienen es un gran televisor y una niña que les da el coñazo, y que la eduque el colegio, mejor dicho, que la entretengan. Vivimos en una sociedad desquiciada, donde los poderosos (políticos, grandes grupos empresariales, grupos de comunicación) están encantados de que exista una estricta división entre sus vidas privadas y su vida pública. La ola de corrupción que padecemos les importa un pimiento. Han descubierto que se puede ejercer el poder sin recibir la autoridad. Cierran sus casas, a cal y canto, y luego pasa lo que pasa: que un padre descerebrado quiere hacer lo mismo en su vida privada que lo que hacen los que mandan. La ejemplaridad se le supone a la escuela, al ámbito público donde se ejerce el poder (por ejemplo la escuela), y no al ámbito privado, donde él se mueve  en casa. 

Los ámbitos de los que emana el poder (medios de comunicación, políticos de los que emanan las leyes, grupos económicos) no tienen autoridad por su corrupción moral. Y esconden sus casas, no las muestran como Augusto. Esos ámbitos públicos, nos venden la burra de que velan por nuestros derechos, nuestra seguridad, y lo que velan es por sus intereses desnudos. Pero cuando la autoridad se separa de la ley los sermones políticamente correctos y casposos de los políticos y otras autoridades nos resbalan cada vez más. Todo el mundo se evade de sus obligaciones, porque se pone el énfasis en el poder, los medios, el dinero, y no en las obligaciones personales que estamos obligados a cumplir. A ver que profesor tiene narices en un instituto a cargarse a más del 30% de sus alumnos si así hiciera falta. Los demás le harán la vida imposible, porque crea problemas. Los padres, a su vez, no quieren que sus hijos suspendan en verano, porque les fastidian las vacaciones, y ¿qué haremos con los niños? Y los políticos, siempre oliendo por donde va el voto, pues hala, decreto y a pasar de curso con cuatro asignaturas. Y si la cosa se pone fea, pues con cinco. Nuestro presidente ZP, que también es padre, se dedica a penalizar los cachetes reformando el Código Civil, y manda a sus hijas a estudiar a Londres para que descubran que el Gótico es una época mucho menos desagradable que el Imperio Romano. Pero, que lo descubran, eso sí, bien lejos de su casa.


Basado en el post de Marcelo. Gracias.




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1 comentarios:

Blogger Morgenrot ha dicho...

Aplausos, y más aplausos.
Todos tenemos incidentes que contar que parecen de chiste, pero que, desgraciadamente, son ciertos y se reiteran cada día en esta sociedad de pacotilla.

Nadie nos enseña a ser padres, sólo contamos con las referencias de nuestros padres y abuelos y, evidentemente, los criterios que ahora nos imponen distan mucho.

Del pater familias al papi-colega- esclavo de hoy, hay un largo camino.
Felicidades por el post.

8:37 p. m., noviembre 24, 2009  

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