jueves, diciembre 22, 2005

RISAS

El buen o el mar humor muestran como nos encontramos por dentro. La risa amable, que no la risa burlona y ácida, confirman que nuestra vida va bien. El malhumorado es generalmente suspicaz, pesimista. El siglo XIX y XX, encaramó en nuestras escuelas un sentido de la vida «serio». La verdad era una cosa seria. El hombre de ciencia, era el único ser que se aproximaba a la verdad, aislándose por completo de los hombres. Los demás eran masa, experiencia superflua. El que tiene sentido del humor, actúa justamente de forma contraria: en el fondo sabe que lo que realmente importa es la felicidad de las personas. El buen humor refleja el talante ante la realidad en la que nos movemos y vivimos. El humor bueno, el buen humor, lo tienen personas agudas y ecuánimes, con un realismo con un punto de picardía, que les hace no tomarse demasiado en serio a ellos mismos. Cuentan del escritor inglés Gilbert K. Chesterton, que al intentar pasar a una habitación quedó encajado en la puerta de lo gordo que era. Unos niños comenzaron a reírse de él, y él comenzó a reírse con ellos a todo pulmón. Chesterton era conocido por su buen humor, su aguda ironía y sus apasionadas polémicas con Rudyard Kipling en los periódicos, en las que nunca llegó a perder el respeto ni el buen humor. Se sabía falible, aunque era un genio de la literatura como pocos, que dictaba de corrido libros a su secretaria. Sabía que para saber reír, hay que afirmar a los otros, dejar que crezcan, que se desarrollen, que se hagan más grandes. Entendió perfectamente que el humor es saber distinguir entre lo esencial y lo accesorio. Lo esencial son las personas. La persona que ríe, que tiene buen humor no tiene miedo a los otros, a que le roben las medallas. En el fondo es un ser realista, porque sabe que para hacer que las cosas duren, que nos sobrevivan hay que trabajar en equipo. El buen humor es el resultado de afirmar y no negar a los otros. Publicado en Diario de Ibiza

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