miércoles, diciembre 07, 2005

ENAMORAMIENTO

Enamorarse en verano. Ya casi no cabalgan en mi memoria aquellos amores primeros, y hay que bucear en las aguas profundas del tiempo para volver a aquellos veranos. Estábamos allí apoyados en la barandilla del alma de aquella chica, que nos sonreía con los ojos y mientras aquella enorme luna llena desparramaba su plata sobre la noche mediterránea. Reíamos y balbuceábamos sentados, y ella recogía su pelo con una perversión angelical que hacía que las estructuras del cuerpo temblaran como un andamiaje imposible. El amor de verano se terminaba cuando ella volvía a Madrid. La vida volvía a fluir por el caudal de la rutina diaria de nuestra urbe, que luego con los años hemos logrado conocer bien, mal que nos pese. Aquellas breves escaramuzas sentimentales dejaron hondas cicatrices en nuestra juventud perpetua, que es nuestra vida interior. Ese rico bosque de pasiones, nobles y también oscuras, logró asentar muchos sillares de nuestra identidad. Muchos de esos puertos interiores en los que atracamos nuestro corazón adolescente, son aquellos donde fijamos nuestras amarras definitivas, por donde fluye la rutina diaria, esa que tiene más vueltas que el subconsciente de Freud. El cruce de caminos de la juventud es bello en el momento, pero se decide entre los impactos que producen los meteoritos sentimentales que abordan sin piedad nuestra madera más íntima, que es la de nuestro corazón, quizá la joya de nuestra corona, la mayor de nuestras potencias vitales. Decidirse por un camino u otro en la vida, viene encerrado en los arpegios de la música que destila el corazón. El corazón, como decía Pascal, tiene razones que la razón desconoce. Decidirse por un camino u otro es una tarea durísima a la que sucumben los más duros machetes. No me gusta esa sonrisa irónica de muchos adultos que miran con desdén a los adolescentes. El precio para compartir nuestra intimidad siempre es alto, y el chaval o la chica que navega las aguas del merchandising actual lleno de slogans consumistas, lo tiene difícil. Mejor sería que escucháramos más y echáramos una mirada a nuestra adolescencia, para intentar descifrar los mensajes del corazón abierto de los jóvenes que se encuentran a nuestro alrededor. Publicado en Diario de Ibiza

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