miércoles, abril 29, 2015

NEUTRINOS







La materia que tenemos delante de nuestros ojos, resulta que no es tan "material" como nos creíamos. Está formada por moléculas, y esas moléculas por átomos, y esos átomos por partículas subatómicas. Una de esas partículas es el neutrino. Se creía que no tenía masa, pero resulta que tiene una masa pequeñísima. Pues bien, esa pequeña partícula ha provocado un gran revuelo. El CERN, que es un organismo europeo para la investigación nuclear, realizó un experimento donde se comprobó que los neutrinos cubrían una cierta distancia más rápido que la luz. Después se demostró que hubo una pifia en las mediciones, y que la velocidad de la luz sigue siendo un obstáculo infranqueable, y eso provocó la dimisión del científico italiano que estaba al cargo del experimento. En fin, qué le vamos a hacer: ¡errare humanum est! Pero no queda ahí la cosa de los neutrinos. Hace unos días unos científicos americanos en Carolina del Norte han conseguido enviar un mensaje con un haz de neutrinos que han atravesado un pedazo enorme de roca sin inmutarse.



Podríamos decir que los neutrinos son tan paradójicos como los seres humanos. Por un lado, se creía que eran sólo energía que iba más rápido que la luz, pero resulta que tienen masa y nunca se han saltado las normas de velocidad dictadas por sus hermanos mayores, los fotones de luz. Pero por otro lado, a pesar de tener una velocidad y una masa estable, atraviesan toda la materia como si nada. Y eso es lo que nos pasa a los seres humanos. Estamos hechos de materia, la ley de la gravedad nos afecta como a cualquier piedra que pisamos, y sin embargo, de pronto nos dilatamos con una idea, y atravesamos el universo. Incluso podríamos decir que con las ideas, con nuestros afectos, nuestras intuiciones, nos hacemos más grandes que el universo mismo, hasta que se nos queda dentro. Y en esa mente-cuerpo nuestra quedan guardadas desde las estrellas más hondas a los ojos más profundos de nuestros semejantes. Pensamos, intuimos, sentimos, y todo se nos queda pequeño. Y nos hacemos dioses que mandan en todo. Somos barro amasado con diamantes, agua contaminada y fuego que decora el mundo con la joya de la palabra, esos símbolos que hacen crujir el universo. ¡Qué cosa tan rara es el hombre!


viernes, abril 24, 2015

CAPIROTES





Me pregunta un amigo americano criado en San Francisco (Estados Unidos), qué es eso de los capirotes y las procesiones en España. Un chaval de veintitantos. A ver. Aclarando, que es gerundio. Las procesiones no son una performance del Ku-Klux-Klan. La cruz boca abajo no se incendia como en las peli de Arde Missisipi, una buena película de Willem Dafoe y Gene Hackman. Es la cruz de San Pedro, que fue crucificado boca abajo. Y esa cruz, no arde, no.


Sigo explicando: los más fanáticos procesionistas, son pescadores. Claro. Los apóstoles, eran pescadores en su aplastante mayoría. En todos los pueblos de la costa de este país ruidoso llamado España, hay un barrio de pescadores, pegado a una ermita desde la que divisan las viudas los barcos de aquellos que ya no volverán más a casa. Y desde allí, desde hace centenas de años, baja el Cristo, todos los años. Y desde allí, escaleras abajo, cierra el paso a todo lo demás, una Virgen llena de lágrimas, envuelta en un larguísimo manto lleno de estrellas y oro. Y todos los pescadores, los gitanos, la gente más humilde, carga con orgullo el Jesús y la Virgen, mientras se dejan los hombros en las empinadas escaleras.


Llegan bandas de música de los pueblos, pero siempre hay un día, donde la procesión corta en silencio la madrugada. Incluso, se apagan las luces, allí por donde pasa el Jesús. Y cuando dobla la esquina la Virgen, se llena de temblor melocotón la calle con la luz de las velas. La madre que perdió a su Hijo. Viuda y madre. A partir de entonces, Madre adoptiva de doce pescadores. Como ellos. Llevada a plomo por hombres tatuados, que reventados, la vuelven a bailar, cuando, desde un balcón viejo una garganta se rompe de dolor y vuela por la calle oscura y temblorosa una saeta.



La búsqueda de Dios, el rumor inmortal, siempre produce arte a raudales. Arte que brota de las tradiciones populares. La tradición, decía Chesterton, es la moda de los pobres. No es snob, ni pija, ni frívola. Tiene raíz. En la vida. Lutero, lo sé bien, con la reforma protestante eliminó cuadros, esculturas de las iglesias. El pueblo alemán, encauzó su tradición religiosa, le hizo la pirula a Lutero, con la música. La mejor música religiosa del mundo: la de Bach. En el Sur, nos quedamos con lo demás: escultura, pintura. Pero era demasiado poco. Había que vivirla. Subirla a los lomos tatuados de gente ruda, sencilla. Sacarla del pecho. Por lo menos una semanita. Sacar las imágenes de la las iglesias, arrastrarlas con tambores y saetas por las sucias calles de la vida. Apagar las farolas para que la luz temblorosa del paso de la Virgen iluminara nuestro valle de lágrimas al doblar la esquina. Amor de Madre, fuerte, fiel. Hasta el fin. Al final, siempre llega el dolor. Pero, ¡ay de aquel a quien no le espere el amor junto al dolor! Sabiduría de costalero.


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miércoles, abril 22, 2015

25



Allí fuimos, a celebrar las bodas de plata de unos amigos. A ver si nos explicaban el secreto. Porque resulta que llevan juntos media vida y encima son felices. Inmersos como estamos en una cultura donde lo único sólido es la técnica, donde sólo se exige ética y lealtad a los políticos, donde lo privado y lo íntimo es subjetivo y volátil porque ninguna ética tiene raíz en la vida personal, celebrar 25 años de matrimonio es pura subversión contracultural. Y no es nada fácil.

Porque en cuanto llegas a la juventud, te complicas la vida con alguien y se acabó la libertad. Devora tu tiempo y habitas su cuerpo, tan deseado y tan distinto. Carne que le faltaba a tu carne para ser carne. Descubres tu cuerpo de hombre, tan fuerte, y tan débil. Descubres su cuerpo de mujer, tan frágil y sin embargo más fuerte que el tuyo. Durante 25 años. Filtras el ruido, dejas que el relato del otro se instale. Aprendes que el mundo también existe desde allí fuera, desde sus ojos, su familia, su trabajo, su música, sus películas, sus amigos, su salud. Te sorprendes de que a veces, ese mundo sea más real que el tuyo.

Sientes como tu alegría le alegra a ella. Y comprendes, cuando llega, su dolor sin sentirlo, hasta que te invade su mirada rota y te acaba doliendo más que a ella misma. Bebes de su rostro. Su rostro es lo que más buscas. Allí te encuentras, allí te pierdes. Allí descansas, allí sufres. Terremoto y oasis. Cualquier gesto, inflexión de la voz, brillo de los ojos, habla de cómo habita su alma el mundo, de cómo te vive aquel quien te habita.


Aprendes a ser tú mismo, fijáis límites para poder respirar. Discutes por chorradas. Y llegan las crisis graves, que tienen su raíz profunda, que duele tanto descubrir. Y ella descubre tu feroz egoísmo, y tú descubres su orgullo. Ella tan frágil, y tú tan débil. Humanos. Descubres que el otro no es tú. Ella llega donde tú no llegas. Y tú alcanzas desde fuera eso que ella no ve. Nunca os daréis alcance, siempre habrá un yo y un tú. Y por eso os hacéis falta, para comprender quiénes sois, para llegar más al fondo de cada uno a través del otro. Hasta que sus labios sean los pulmones de tu alma. Hasta que tus ojos sean la única llave que abre las puertas de su corazón. Sois cada uno el más fuerte y el más débil con el otro. Y así otros 25 años. La vida entera.

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martes, abril 07, 2015

EL PADRE DE MI PADRE


Sigmund Freud dijo aquello de que el niño se hace hombre matando al padre. Mi identidad de hombre, por tanto, es el resultado de una sucesión de asesinatos psíquicos en cadena. Romper los barrotes de la cárcel, dejar atrás la autoridad paterna, para ser yo. Freud, el psiquiatra que buceaba sin traje de neopreno en las heladas aguas de las patologías de la familia burguesa de la Europa de principios del siglo XX, diseñó toda una farmacopea para curar los males causados por ese modelo familiar represivo e hipócrita que con tanta precisión describe Stefan Zweig en El Mundo de Ayer. Thomas Mann lo relata con similar maestría en Los Buddenbrook. Y también Franz Kafka vuelca su ira contra su padre en sus escritos. Pero, si me lo permiten los sabios expertos en raspar la superficie de los agujeros negros e infinitos de la conciencia humana, yo no he experimentado esa angustia y represión. Ahora que ya he dejado el sol a mis espaldas y pienso en mi padre, en el padre de mi padre o en el padre de mi madre, es decir, en la figura paterna dentro de mi familia, percibo luces y sombras, pero no hipocresía y represión. Lo que pasa es que descubrir quién eres y derrapar lo menos posible en las curvas que aparecen en tu juventud, no es fácil. Y menos aún para tu padre, que es quien recoge los platos rotos. Los sabios opinan. Pero quien se come los marrones de los hijos es muchas veces el padre. 

Ahora, desde la distancia, cuando ya está atardeciendo en la vida de nuestros padres, cuando muchos de ellos ya no están, es cuando recordamos nítidamente aquellas veces en las que nuestro padre citaba al suyo, admirando la sabiduría que su padre le dejó. Ahora, cuando yo mismo soy padre, y trato de remar dando paletadas a izquierda y derecha, a tientas, intuyendo el rumbo que puede que sea el más favorable para mis hijos, comprendo muchas cosas. Y veo a mi padre con más realismo. Se equivocó conmigo en algunas cosas, pero que aguantó muchos más golpes de los que yo nunca podré imaginar. Alguien, que estaba ahí, cuando las cosas se ponían chungas. Hijo mío, si algo malo viene, que sea para mí. 

Los padres que he visto y que veo a mi alrededor no eran ni son perfectos. Pero, la mayoría eran y son buenas personas. Y eso no es fácil. No es fácil mediar entre tantos conflictos, convencer a los hijos de lo que está bien y mal, descubrir que es lo mejor en cada caso, buscar el término medio entre libertad y responsabilidad. Y pasar a un segundo plano en sus vidas sin acritud, cuando ya son adultos, y has dejado de ser el absoluto protagonista de sus vidas. No sé qué es más difícil, si ser padre o abuelo. En ambos casos, hay que moderarse muchas veces, no dar importancia a desprecios, disculpar. Aguantar. Beberte la amargura con una sonrisa. Para que los hijos sean felices. Resumiendo: qué grande es mi padre. Cada vez recuerdo más sus sentencias, su sentido común. Sé que está ahí. Siempre estará ahí. Como una roca. No tuve que matarlo. Él quiso que yo viviera más que él. Mejor que él. Por encima de él. Es sencillo de entender: es mi padre.  


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