miércoles, agosto 18, 2010

¿SABEMOS DESCANSAR?




Vivimos en una sociedad muy acelerada. Durante el año no hay tiempo para comunicarse. Nadie dedica tiempo a escuchar al otro, así que por lo menos queremos que nos alaben. Muchos hogares, son durante el año hoteles. Hay mucha soledad. Hoy en día, hace más que nunca falta el descanso. Incluso los jóvenes están agotadísimos. Se les muestra una y otra vez que ya no existen proyectos en los que quemar el barco de la vida y mirar con pasión al futuro. Como sustituto, buscan sensaciones, placeres. Pero como decía André Gidé en su diario, el drama consiste en que nunca podemos emborracharnos suficientemente. 


Muchísima gente no descansa, y llega más cansada de las vacaciones que antes. A eso se le llama síndrome postvacacional pero habría que llamarlo síndrome "del que no sabe descansar". Porque las vacaciones se han convertido en un zoco donde buscar de forma rápida sensaciones: masajes en el SPA de lujo y luego un trekking brutal a 3.000 metros en el Himalaya con riesgo de perder la vida. Caminar sin rumbo, ver ocho países en cinco días, hacer 4.500 fotos digitales a todo lo que se cruza. Pero, ¿se aprende algo en esos viajes?, ¿nos mejoran como personas? En resumen, ¿nos hacen más felices? Estamos todo el año trabajando con intensidad, pero no nos hemos dado cuenta de que la ecuación, las preguntas que tratamos de resolver, no son las adecuadas. Conviene, antes de hacer algo, saber por qué se hace: ¿a quién va destinado mi trabajo?, ¿sirve realmente a mi entorno o está destinado exclusivamente a mis oscuros intereses personales, a mi egoísmo? Y luego, después de ese año agotador, seguimos buscando unas vacaciones para mi Yo. El egoturismo es agotador. 

En los primeros años de la vida, cada niño realiza un descubrimiento fundamental, que será el cimiento básico de su personalidad: o el niño percibe que es importante, que le entienden y le quieren, o por el contrario el niño percibe que es un estorbo, una molestia. Si el niño descubre que estorba y molesta, puede ocurrir que nunca sea capaz de establecer relaciones duraderas ni de embarcarse en un proyecto de forma decidida y estable. No habrá proyecto que merezca la pena ni borrachera que apague la sed más profunda de todas, la de ser muy preciado para la existencia de otro. Ese percibir que no es querido, lo herirá en lo más íntimo, y esa herida será transmitida a otros, en un perpetuo tormento. No habrá playa ni parque temático que le aleje del dolor de esa herida, que haga descansar a esa persona. Para romper ese círculo vicioso, es necesario abrirse, conocer bien al otro de mi entorno, sus experiencias, sus heridas y sus ilusiones. Estar atento a esas necesidades, es el mejor viaje. Salir de nuestro pequeño yo, ayudar, servir, evita muchas neurosis, cura muchas supuestas enfermedades. Da mucha paz. O mucho descanso. Llámese cómo se quiera. Como decía Kierkegaard, la ecuación de la felicidad tiene una puerta que se abre hacia fuera. Es hora de comenzar ya a descansar de verdad, ¿no creen?

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