viernes, abril 21, 2006

AGUJEROS NEGROS

Hace mucho, mucho tiempo, mis moléculas formaban parte de una estrella. La estrella se deshizo en una Supernova, desapareció, se transformó en una masa de polvo cósmico.

Las estrellas,esas perlas que gobiernan el cielo, se deshacen también con los años, y acaban agrupándose en un taxi de fuerzas subatómicas más complejas. Mendeleyev hizo un mapa de nuestro cosmos, ordenando el caos con una buena fregona cartesiana.

El caso es que las piezas de ese rompecabezas infinito que es el Cosmos, colisionaron una noche y dieron lugar a una torre de ADN que soy yo, que se autoreplica sin que yo sepa porqué. Tal y como está el patio moderno de la cosa científica, yo diría, que soy un choque de los más elaborados que dieron lugar a un ADN complejo. Pero, no hay que olvidar que mi forma de funcionamiento, es similar, igual, a la de un gusano.

Los hombres nos distinguimos del mono sólo un 1%. Los hombres se distinguen de las mujeres un 3%, es decir nuestras cadenas de ADN tienen mas diferencias entre varón / mujer que entre dos machos uno homo sapiens y un chimpancé. ¡Aaahh, la mujer... ese misterio!

Estoy confuso.

Robert Spaemann dijo hace poco que pueden existir razones para no tener un hijo, pero que no hay razones para engendrar otro hijo. Un sujeto no puede ser nunca la causa de otro sujeto. Un sujeto es algo demasiado... grande ¿?

Y, yo, ¿que soy?

¿Soy el refugio de un montón de partículas fugitivas que habitaban los extraradios de una estrella muerta y fría, que ya no es capaz de dar luz?

Al final, la diferencia, se supone que está en el pensamiento, pero soy tan pequeño y frágil, que no consigo salir de ese ninguneo, esa sensación de ser un montón de ceniza, resto de una estrella que estaba cansada de abrasar el infinito y oscuro vacío del Cosmos.

El río de la conciencia, la pertenencia del pasado, del futuro, del presente que fluye por delante de mí mientras mis dedos teclean esas metáforas fosilizadas que son las palabras, porque las palabras son veletas plateadas, puentes que se tienden entre la multiplicidad de las cosas que reflejan como espejos las esencias de los trascendentales: el deseo de "ser", donde el acto de ser y todo lo que puedo aspirar a ser, mi plenitud total sea igual de una vez por todas, es decir el conseguir "la unidad", por fin, el salir de la fragilidad de estar siempre en camino y de llegar a ser "la bondad", de una vez por todas, donde se consigue todo eso en una serenidad perpetua. ¡A dormir!

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lunes, abril 03, 2006

In memoriam perpetuam: Sobre Juan Pablo II

Hace un año murió Juan Pablo II. En recuerdo de su persona, y en recuerdo de aquellos días inolvidables, traigo a colación un artículo mío publicado en aquellas fechas:

EL CUERPO

La muerte se oculta en nuestra sociedad. Se beatifican los cuerpos, los muslos, la tersura de la sonrisa profiden. Corporación Dermoestética llena de aire las alas de nuestros miedos, nos eleva por encima del estertor de la arruga, que ya no es bella. Cambiamos de pareja, pero nunca de cirujano plástico. Comemos cada vez más verde y ecológicamente, para estrujarle la libido al dichoso dios Thanatos, el de la guadaña. Al mismo tiempo, nos inyectamos botox en los pulmones del alma, que son los labios, para que vuelen nuestras palabras a alguna pantalla plana inmaculada, una pantalla que nunca ha concebido el pecado del dolor o la tristeza, porque surfea en un mar de anuncios sin fin, de risas, de héroes vacíos e idiotas felices. Los talk shows llenos de expeluqueras de barrio que devoran afrodisíacos sentimentales, son la música decadente que decora brutalmente la infancia de nuestros hijos. La belleza es la justicia, pero la justicia no existe porque los sanedrines mediáticos nos telepredican que el amor es fruto de la casualidad y la lucha libre sin reglas entre cuerpos extranjeros que se hunden sin remisión en el inmenso mar de la nada.

Sin embargo, estos días se ha obrado el milagro. Tecnópolis no puede controlar la incontenible marejada, y los tentáculos de la omnipantalla se han quedado parados en un cuerpo. Una inmensa muchedumbre llenando las calles de Roma, como si fueran las salas de espera de la esperanza. Buscan rozar el sacramento maldito de nuestra civilización, un cuerpo muerto. Lo necesitan, porque una intuición ha sacudido hasta los tuétanos nuestro pequeño planeta azul: aquí hay un santo enorme, una personalidad gigantesca. Los teólogos críticos, ¿dónde han quedado? ¿Quién acude allí a ver el cuerpo exprimido de un anciano? El pueblo.

El anciano tiene el rostro hecho un bloque acementado con dolor y agonía. Su cabeza viste una mitra, que representa las dos hojas de la sabiduría divina esculpida en la revelación bíblica del Antiguo y el Nuevo Testamento. Su báculo, es recto, no como el de los obispos, que están doblados, en reconocimiento de que por encima de ellos está el sucesor de Pedro. Pero ese báculo recto que simboliza su autoridad, está coronado con una cruz doblada por el peso de un Cristo muerto. Varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, dice el profeta Isaías. Wotyla quería eso, suspiraba por eso. Simón hijo de Jonás, Petrus, la roca que no se cansaba cuando era más joven, la roca que machacaba a cansancio a los periodistas en los viajes, hasta que no podían más, mientras se preguntaban de donde una persona de 70 años sacaba fuerzas, para seguir y seguir trabajando sin fin. La roca, tenía un secreto, escándalo del mundo. Juan Pablo II arrojó todo su cuerpo y su inmensa alma con una fe gigantesca en el abismo de un Dios molido, machacado a golpes. Él sabía que la única forma de atravesar el corto pero profundísimo abismo de 30 kilómetros de largo entre su hogar de Wadowice y el campo de Auschwitz , era agarrarse al madero del Cristo, a la Cruz. Dios es el ser, y el mal es la ausencia del ser. Por eso Dios escogió a una roca, a alguien que tenía la estabilidad ontológica más fuerte que se podía tener, que es la de la comprensión de la Cruz.

El 7 de octubre de 2002, con la plaza de San Pedro llena, vino a verle el patriarca Teoctist I de Rumanía, que forma parte de la iglesia ortodoxa. Nada más llegar, el Papa, le abrazó, se levantó y le cedió su silla.La silla de Pedro se puede ceder, pero no el báculo del Cristo roto, muerto,machacado. Ése era sólo suyo. Quería ir tras Jesucristo, y darse hasta el extremo final. Lo demás no le interesaba. El mandaba en la Iglesia, sí, pero mandaba agarrado a ese madero doblado por el peso de un Dios muerto, de un Hombre triturado que ha plantado su tienda en el corazón del hombre, bebiéndose el humillante cáliz del dolor de cada ser humano. Ahora los jóvenes de las jornadas de la juventud llevan una Cruz sin cristo, de madera, por el mundo.

Ellos le entendían bien. El Papa yace muerto y el tiempo se para en las plazas de la memoria. No recuerdo nada semejante. No hay cronista que sepa recoger el shock que la modernidad está sufriendo con este acontecimiento. Una plaza llena de gente, rezando el rosario. El mundo asaetando con la mirada digital de las cámaras unas ventanas desde las que se oía el débil susurro de la agonía. Termina el rosario, ese rezo insistente, y los teletipos empiezan a vomitar lo que ya se sabía. Ha muerto Wotyla. Se sabía, pero yo no sabía que un anciano vestido con vestiduras litúrgicas, iba a ser rezado por una marea tan gigantesca de muchedumbres que no quieren dormir, no quieren comer, no tienen billete de vuelta. No hay tiempo hasta el entierro para verle. Es una democracia que arrasa las expectativas de un estado ridículo, el Vaticano, más pequeño que varios campos de fútbol. Los cardenales, que votan el nuevo Papa, están siendo chantajeados de forma brutal por un mar de gente, por el sensus fidei del Pueblo de Dios, que ya les indica la dirección en la que tienen que elegir, en que dirección tiene que ir la Iglesia del nuevo milenio. Para que este mundo quede completo, no debemos de olvidar jamás que hay que pintarlo con un pedazo del otro, porque la realidad remite a otro lugar. Auschwitz nos llevó a Wadowice, y Wadowice nos llevó a Roma. Roma caput urbi terrarum.

Publicado en Forum Libertas

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